Moverse para habitarse mejor: cómo el ejercicio físico impacta la salud mental más allá del cuerpo

23-07-2025

Nuevas investigaciones revelan por qué el ejercicio consciente y socialmente vinculado es clave para el bienestar. La actividad física no solo fortalece el cuerpo, también ordena las emociones, aliviar la ansiedad y mejorar el ánimo.

Durante años, la relación entre ejercicio físico y salud mental fue abordada desde la lógica del rendimiento: cuántas calorías se queman, cuántos minutos se entrenan, cuánta frecuencia se logra. Pero cada vez más estudios coinciden en que no se trata solo de hacer ejercicio, sino de cómo, con quién y por qué lo hacemos.

La ciencia está empezando a mirar el ejercicio no solo como una actividad corporal, sino como una experiencia vivida. Y esa experiencia, según nuevas investigaciones, tiene un impacto directo en el equilibrio emocional, la percepción del bienestar y la forma en que habitamos nuestra propia vida.

El entorno importa, no es lo mismo correr solo que hacerlo en comunidad

Un estudio reciente de la Universidad de Georgia planteó que el contexto en que se realiza la actividad física puede modificar completamente sus efectos psicológicos. Por ejemplo, correr en una competencia con apoyo o asistir a una clase grupal en un entorno agradable puede generar mayor satisfacción emocional que realizar una rutina exigente de forma aislada o como parte de una obligación.


Factores como el clima, la compañía, el tipo de instructor, el momento del día o incluso la música pueden amplificar o reducir el efecto positivo del ejercicio sobre la mente. La percepción personal y social que se tenga sobre esa actividad física influye profundamente en su impacto emocional.

Moverse en comunidad, con propósito y motivación

Las personas que se ejercitan con una motivación clara —por salud, disfrute, desafío personal o vínculo social— tienden a obtener mayores beneficios emocionales que quienes lo hacen por presión externa o rutina. La autonomía, el sentido y el disfrute son claves.


Esto es especialmente relevante en la adolescencia. Según datos de la OMS, uno de cada siete adolescentes en el mundo padece algún trastorno de salud mental. Y estudios realizados en España muestran que quienes realizan actividad física con regularidad tienen entre un 20 y un 30 por ciento menos de probabilidades de presentar síntomas depresivos.


Además, se ha observado que las adolescentes mujeres son particularmente vulnerables a la ansiedad y la depresión durante esta etapa, y que la práctica deportiva acompañada, en entornos positivos, puede ser una herramienta poderosa de contención emocional.

El movimiento como parte del bienestar cotidiano

No toda actividad física tiene el mismo impacto. Tareas domésticas o rutinas impuestas no generan el mismo efecto que una caminata al aire libre, una clase de yoga con amigas o una sesión de entrenamiento con música y guía profesional. La clave no está solo en moverse, sino en cómo se vive ese movimiento.


Entender la actividad física como parte de una vida que se habita con conciencia permite repensar el bienestar desde un lugar más integral. No se trata solo de cuerpo ni solo de mente, sino de una relación entre ambas que se cultiva en cada acción, cada vínculo y cada elección.

¿Qué tiene que ver esto con habitar bien?

En Puerto+Arquitectura entendemos que el bienestar no se diseña solo en los metros cuadrados. También se construye en cómo usamos los espacios, cómo nos conectamos con nuestro cuerpo y con otros, y cómo nos sentimos dentro del lugar que llamamos hogar.


Fomentar entornos que inviten al movimiento, a la socialización y al disfrute consciente es también parte de una arquitectura que busca mejorar la calidad de vida. Porque habitar bien no es solo tener un buen espacio. Es poder moverse, respirar, vincularse y sentirse en equilibrio todos los días.

Fuentes consultadas: