Neuroarquitectura: cuando el diseño del espacio impacta directamente en nuestro bienestar

24-11-2025

El neurocientífico chileno Francisco Parada será el único latinoamericano en el foro internacional “Spaces of Impact”, donde especialistas debatirán cómo la arquitectura y el diseño urbano influyen en la salud mental y la experiencia cotidiana de quienes habitan la ciudad.

Entre el 16 y el 18 de noviembre se realizará en Washington D.C. el encuentro “Spaces of Impact”, organizado por el Instituto Milken. Allí participará el investigador chileno Francisco Parada, director del Centro de Estudios en Neurociencia Humana y Neuropsicología (CENHN-UDP), convocado por su trabajo en neuroarquitectura y neurourbanismo, áreas que estudian cómo los espacios construidos moldean nuestra cognición, emociones y bienestar.

Un campo que crece y redefine la forma de habitar

El foro reunirá a especialistas de todo el mundo para delinear las prioridades de una nueva iniciativa global que une neurociencia y arquitectura. La invitación a Parada responde a su trabajo con Mobile Brain/Body Imaging (MoBI), una metodología que permite observar cómo el cerebro responde en movimiento y en interacción real con el entorno. Esa mirada es clave para comprender qué características de un espacio pueden generar calma, estrés, concentración o desconexión.

Según el investigador, ciudades con alta exposición al ruido, déficit de áreas verdes, desigualdad territorial o congestión urbana no solo generan incomodidad: modifican la actividad cerebral y afectan la salud mental. De ahí la urgencia de pensar el diseño urbano como un componente activo del bienestar colectivo.

La arquitectura como herramienta para la salud mental

El neurourbanismo plantea que las ciudades no son solo infraestructura, sino ecosistemas que condicionan cómo pensamos, sentimos y nos relacionamos. Parada explica que un entorno puede ser terapéutico —porque facilita la recuperación emocional, la concentración o el descanso— o tóxico, cuando genera sobrecarga sensorial, aislamiento o ansiedad.


La neuroarquitectura busca incorporar este conocimiento en decisiones concretas: la calidad de la luz natural, la ventilación, la escala de los espacios, los ritmos de sombra, los materiales y la forma en que se distribuye el paisaje urbano. Son elementos que sostienen la vida cotidiana y que hoy comienzan a ser investigados con el rigor de las ciencias del cerebro.

Chile avanza, pero aún queda camino

En el país, el interés por integrar la neurociencia al diseño del espacio se encuentra en expansión. Desde el CENHN-UDP se han desarrollado proyectos junto a arquitectura y urbanismo, explorando cómo la experiencia urbana influye en procesos cognitivos, sociales y emocionales.


El doctorado de Nicolás Saez y las crecientes postulaciones de profesionales del diseño a investigaciones de neurociencia reflejan este impulso.


Aun así, Parada señala que el desafío está en generar evidencia robusta, incorporar estos conocimientos en políticas públicas y trasladarlos al diseño urbano a gran escala. Chile, afirma, posee una ventaja: su tradición en salud mental comunitaria podría consolidarse con una visión espacial que promueva ciudades más humanas.

Una mirada que dialoga con el habitar contemporáneo

La neuroarquitectura abre una conversación relevante para quienes proyectan viviendas, barrios o espacios comunes: entender que el bienestar no depende solo de decisiones personales, sino también de las condiciones físicas y sensoriales que ofrece el entorno.


Para desarrollos como los que impulsa Puerto+Arquitectura —insertos en barrios consolidados, con acceso a servicios, movilidad y vida urbana— esta perspectiva aporta una oportunidad: crear espacios que no solo se habitan, sino que cuidan, integrando luz, materialidad y diseño de forma consciente para favorecer una vida cotidiana equilibrada.


La ciudad, vista desde la neurociencia, deja de ser un escenario neutro y pasa a ser parte activa del bienestar emocional. Y ese es, quizás, uno de los pilares más valiosos del diseño contemporáneo.